Por qué escapé a la prosa

por León Danilo

(Presentado el 24 de septiembre 2010 en la Ex-Iglesia Santa Inés)



Por qué escapé a la prosa…


Realizo mi trabajo de escritor para derrotar a la adversidad, para suavizar el ritmo violento del mundo; en mi fría tumba, espero estar libre de todo, incluso del odio, el rencor, el resentimiento, la amargura, el mal, la aflicción, la pena, el dolor, los tormentos, los celos, las deudas, la envidia, la paranoia, la locura, de las sombras, los temores, la frialdad, la traición, la perfidia y de tu amor enfermizo; dicen que nacemos libres pero vivimos encadenados, es necesario sacudir el yugo; la muerte además de compañera fiel por siempre, será mi liberadora.

Sucede: Veo pasar a la mujer de mis sueños con el hombre de sus sueños.

Cuando llegué al CLCMC me entero de que no tiene una sede para hacer sus reuniones y poder tener su biblioteca; por ello escribí algo parecido a décimas, de las que leo un pequeño fragmento:

Campanas de La serena
que saludan cada tarde
cuando el sol apenas arde
detrás de nieblas ligeras,
pueblo de las mil iglesias
pecador como cualquiera,
malaya quien lo dijera
por lo que estamos pasando
la sede andamos buscando
y nadie nos considera.
Días de niebla y de bruma
con escasos resplandores
viven hoy los escritores
y aunque no paran las plumas
la situación nos abruma
y es un tanto bochornoso
por no decir afrentoso
no tener la propia sede,
en verdad lo que sucede
no es un misterio gozoso.
Escribir es noble causa,
más en tierra de Gabriela,
y lo que a todos desvela
es no tener la propia sede,
veremos lo que sucede
con nuestras autoridades
que tramitan a raudales,
la ilustre muni está sorda
haciendo la patria gorda,
postergando lo que vale.

Algún día existirá nuestra sede; mea culpa: el CLCMC cumplió 57 años de existencia, ¿por qué no nos preocupamos antes de tener una sede propia?
No somos los únicos dueños de la esperanza eterna: Según García Márquez, “Tranquilina Iguarán es la sembradora del germen de las ilusiones eternas; cuyas generaciones de descendientes murieron esperando la pensión prometida por el gobierno y para la cual llenó todos los formularios y con la cual ella también soñó y sin lograrlo murió conforme creyendo que sus hijos la recibirían” .

El querer, el enamorarse es porque tenemos carencia de algo; igual que el adicto, busca en las copas o en unas líneas suplir alguna de sus carencias; en definitiva enamorarse es perder poder, dejar de ser, es entregarse; nada me falta, ya no te amo, no te necesito, para todas las cosas me las arreglo solito.

Dice Bierce, el Amargo: “El cínico es un granuja que en virtud de su visión defectuosa, no ve las cosas como debieran ser, sino como son”.
Digo yo: qué pasaría si desde mañana todos empezamos a decir la verdad.

Siempre hay otro peor: La envidia es un estado de ánimo ingrato causado por la felicidad ajena; el envidioso dice: “tu felicidad es mi desgracia”; hay otro más perverso que dice: “tu desgracia es mi felicidad”.

Las calamidades del hombre no son una entera desgracia; cuando llegan a ti, al menos tienes la oportunidad de contemplar la espalda de tus amigos mientras se alejan.

Los aborígenes entorpecen el suelo pisado por los conquistadores, luego lo fertilizan. Fco. De Aguirre, torvo conquistador, encontró a su llegada a La serena, que los diaguitas eran bravos y valientes, pidió refuerzos y se dedicó a exterminarlos; hoy tiene su premio, la avenida principal de la ciudad lleva su nombre, tiene gran estatua y se le rinden honores.

No importa el precio: Algunos creen que es bueno ser comido por un buitre para así poder volar y contemplar desde arriba las altas cumbres.
Todo comienza cada día para otros, el tiempo acaba solo para mí; hasta las aves que alguna vez cantaron serenas en los cables del tendido eléctrico y en los árboles de enfrente, comienzan a emigrar; mis días se acortan imperceptibles, el sol se oculta, la noche lentamente llega mientras tú te alejas; hasta la golondrina que se quedaba cada año a pasar el invierno en lo alto del molino se ha ido esta temporada porque los niños se entretenían tirándole piedras; por ganar mi libertad me he quedado solo; tal vez ese sea al premio.

Que se pudran en el infierno los que contaminaron los humedales de Valdivia y mataron, entre otros, a los cisnes de cuello negro.

En solemne ceremonia se entregó el premio Nobel de la Paz, en un castillo, rodeado de guardias y con fuerte vigilancia policial.

Debes salir de una vez por todas de la caverna de tus pensamientos; pensamos demasiado y de prisa; pensamos mientras corremos tras el éxito, pensamos mientras hacemos el amor, hasta que ella, desde arriba pregunta ¿qué te pasa?; necesitamos parar, es como si lleváramos una máquina de pensar en la cabeza con movimiento continuo.

¿Cuántas veces luego de subir a la montaña quedamos desilusionados, cuántas veces al verla a ella de cerca quedamos desilusionados, cuántas veces luego de cincuenta años de matrimonio quedamos desilusionados?; como antídoto para remediar esta situación, se inventaron los edificios de veinte pisos.

Es parte de la condición humana, querer tapar nuestros problemas, nuestros demonios, nuestras debilidades; la costumbre de tapar los cadáveres tirados en la calle, es para no verle los ojos; nadie quiere ser mirado desde la muerte, necesitamos poner distancia porque de alguna manera, esa muerte es obra de todos, es la muerte de todos.
Ante se tapaban los cadáveres de la calle con diarios, se dejó esa costumbre porque algunos se ponían a leer allí las noticias y se molestaban cuando retiraban el muerto.

Escribiré en mi tumba, dedicado a esos humanos levantados de raja que se pasean como si fueran inmortales e imprescindibles.



A ellos, con humildad, desde la profundidad de mi fosa les diré, cada vez que pasen ante mi tumba, con mi epitafio: Disculpe que no me levante.

“No hay cambio sin sueño, no hay sueño sin esperanza; la esperanza necesita de la práctica para volverse historia concreta; nadie camina sin aprender a caminar, sin aprender a hacer el camino caminando, sin aprender a rehacer, a retocar cada día el sueño por el cual nos pusimos a caminar un día” , amén.



Razón tenía Nicanor Parra cuando afirmaba que “No es que falten camas en los hospitales públicos; lo que pasa es la atención en dichos hospitales es tan buena que los enfermos tardan más de la cuenta en morir y no desocupan las camas a tiempo”.



León Danilo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario